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jueves, 17 de enero de 2019

La persona con orientación necrófila

La persona con orientación necrófila se siente atraída y fascinada por todo lo que no vive, por todo lo muerto; cadáveres, marchitamiento, heces, basura. Los necrófilos son individuos aficionados a hablar de enfermedades, de entierros, de muertes. Empiezan  a vivir precisamente cuando hablan de muerte. Un ejemplo claro de tipo de necrófilo puro es Hitler. Le fascinaba la destrucción, y le agradaba el olor a muerte. Aunque en los años de su éxito quizá haya parecido que sólo quería destruir a quienes consideraba enemigos suyos, los días de Crespúsculo de los Dioses, y el final, demostraron que su satisfacción profunda estribaba en presenciar la destrucción total y absoluta: la del pueblo alemán, la de los que lo rodeaban, la suya propia. Una información de la primera Guerra Mundial, de la que no hay pruebas, pero que tiene sentido, dice que un soldado vio a Hitler como en estado de trance mirando fijamente un cadáver en descomposición y negándose a alejarse.

El necrófilo vive en el pasado, nunca en el futuro. Sus emociones son esencialmente sentimentales, es decir, alimentan el recuerdo de emociones que tuvieron ayer, o que creen que tuvieron. Son fríos, esquivos, devotos de “la ley y el orden”.  Sus valores son exactamente lo contrario de los valores que relacionamos con la vida normal: no la vida, sino la muerte los anima y satisface.

Las personas necrófilas suelen manifestarse de la manera más clara en los sueños de una persona. Esos sueños tratan de asesinatos, sangre, cadáveres, calaveras, heces; en ocasiones también de hombres transformados en máquinas o que actúan como máquinas. De vez en cuando puede tener lugar un sueño de este tipo en muchos individuos sin que indique necrofilia. En el individuo necrófilo los sueños de este tipo son frecuentes y a veces se repiten.


Al individuo muy necrófilo se le pude reconocer con frecuencia por su aspecto y sus gestos. Es frío, tiene una piel que parece muerta y con frecuencia su cara tiene una expresión como si estuviera oliendo un mal olor. (Esta expresión podía verse claramente en la cara de Hitler.) Es  ordenado, obsesivo, pedante. Este aspecto de la persona necrófila fue mostrado al  mundo la figura de Adolf Eichmann. Éste se sentía fascinado por el orden burocrático y por la muerte. Sus valores supremos eran la obediencia y el funcionamiento adecuado de la organización. Transportaba judíos como hubiera podido transportar carbón. Que fueron seres humanos es cosa que no entraba en el campo de su visión, y en consecuencia no tiene importancia el problema de si odiaba o  no a sus víctimas.

Pero no se encuentran sólo entre los inquisidores, entre los Hitler y Eichmann, ejemplos del carácter necrófilo. Hay muchos individuos que no tienen oportunidad ni poder para matar, pero cuya necrofilia se expresa de otras maneras más inofensivas, vistas superficialmente. Un ejemplo es la madre que se interesa siempre por las enfermedades de su hijo, por sus defectos y sus malos pronósticos para el futuro; al mismo tiempo, no la impresionará un cambio favorable; no responderá a la alegría del niño, no advertirá que está naciendo en él algo nuevo. Podemos advertir que sus sueños tratan de enfermedades, de muerte, de cadáveres, de sangre. No dañará a su hijo de un modo manifiesto, pero quizá estrangule lentamente su alegría de vivir, su fe en el crecimiento, y al fin lo infectará de su propia orientación necrófila.




Bibliografía
Fromm Eric. (2000). El corazón del hombre. México: F.C.E.

*Leer la persona que ama la vida.

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