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sábado, 28 de julio de 2018

Que viva la lengua (Historieta-parte 1)














Bibliografía

Sánchez Azuara Gilberto. (1982). Español, Tercer grado. México: Editorial Limusa, Pág.225-228.

Poesía y análisis literario





Este es un amor

Efraín Huerta

Éste es un amor que tuvo su origen

y en un principio no era sino un poco de miedo

y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.

Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,

un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,

un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,

un amor que no tiene remedio, ni salvación

ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.

Éste es un amor rodeado de jardines y de luces

y de la nieve de una montaña de febrero

y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel

y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe

por qué llega el amor y luego las manos

-esas terribles manos delgadas como el pensamiento-

se entrelazan y un suave sudor de -otra vez- miedo,

brilla como las perlas abandonadas

y sigue brillando aun cuando el beso, los besos,

los miles y millones de besos se parecen al fuego

y se parecen a la derrota y al triunfo

y a todo lo que parece poesía -y es poesía.

Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:

vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos

y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos

y a lo ancho de los países

y las distancias eran como inmensos océanos

y tan breves como una sonrisa sin luz

y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia

y me sumergía en sus ojos en llamas

y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado

y entonces me olvidaba de mi nombre

y del maldito nombre de las cosas y de las flores

y quería gritar y gritarle al oído que la amaba

y que yo ya no tenía corazón para amarla

sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo

y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.

Y yo veía que todo estaba en sus ojos -otra vez ese mar-,

ese mal, esa peligrosa bondad,

ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe

y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros,

hasta el alma y hasta los mustios labios.

Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos,

ya lo saben las fotografías y las calles

y ya lo saben las palabras -y las palabras y las calles y las fotografías

ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos

y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma

y no llorar de amor.

Los amorosos

Jaime Sabines

 

Los amorosos callan.

El amor es el silencio más fino,

el más tembloroso, el más insoportable.

Los amorosos buscan,

los amorosos son los que abandonan,

son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,

no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos

porque están solos, solos, solos,

entregándose, dándose a cada rato,

llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos

viven al día, no pueden hacer más, no saben.

Siempre se están yendo,

siempre, hacia alguna parte.

Esperan, no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.

El amor es la prórroga perpetua,

siempre el paso siguiente, el otro, el otro.

Los amorosos son los insaciables,

los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.

Las venas del cuello se les hinchan

también como serpientes para asfixiarlos.

Los amorosos no pueden dormir

porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la oscuridad abren los ojos

y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana

y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,

sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas

temblorosos, hambrientos,

a cazar fantasmas.

Se ríen de las gentes que lo saben todo,

de las que aman a perpetuidad, verídicamente,

de las que creen en el amor

como una lámpara de inagotable aceite.

 

Los amorosos juegan a coger el agua,

a tatuar el humo, a no irse.

Juegan el largo, el triste juego del amor.

Nadie ha de resignarse.

Dicen que nadie ha de resignarse.

Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,

la muerte les fermenta detrás de los ojos,

y ellos caminan, lloran hasta la madrugada

en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,

a mujeres que duermen con la mano en el sexo,

complacidas,

a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios

una canción no aprendida,

y se van llorando, llorando,

la hermosa vida.


sábado, 7 de julio de 2018

Narrador en Tercera persona

La tercera persona cuenta la historia desde afuera.

Utiliza la tercera persona del singular, los pronombres personales y posesivos.
El, ella, se, consigo, le, lo, la; ellos, ellas, les, los, las. Su, sus, cualquiera, nadie, ambos, alguien, alguno, muchos.
Los nombres propios se usan para el narrador en tercera persona.

El narrador omnisciente (lo sabe todo de todos) conoce las acciones, emociones, temores, planes, intenciones y pensamientos de cada personaje. Él explica lo que ocurre, predice el porvenir, supone y juzga.

Describe y narra hechos que no han sido presenciados por los personajes.

El narrador puede ir al pasado y conocer también el futuro utilizando recursos temporales como la analepsis (retrospección) y prolepsis (mirada al futuro).
Laura Rivera

Fragmento de Cien años de soledad-Gabriel García Márquez

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos.


jueves, 5 de julio de 2018

Narrador en Primera persona


El narrador protagonista es el personaje principal de la historia.

El narrador utiliza pronombres en primera persona, al narrar se refiere a “yo” o “nosotros”.
El narrador en primera persona (yo). Lo estás leyendo.

El personaje principal de la historia hablando de sí mismo como eje de la narración y relata los hechos desde su propia visión de los eventos.

Las autobiografías son buenos ejemplos de este tipo de narrador, ya que son actores principales en la historia.

Fragmento de Autobiografía - Charles Darwin

Nací en Shrewsbury el 12 de febrero de 1809, y mi recuerdo más temprano sólo alcanza a la fecha en que contaba cuatro años y unos meses, cuando fuimos cerca de Abergele para bañarnos en la playa; conservo con cierta nitidez la memoria de algunos hechos y lugares de allí.
Mi madre murió en julio de 1817, cuando yo tenía poco más de ocho años, y es extraño pero apenas puedo recordar algo de ella, excepto su lecho mortuorio, su vestido de terciopelo negro y su mesa de costura, extrañamente fabricada. En la primavera del mismo año fui enviado a una escuela diurna en Shrewsbury, donde estuve un año. Me han dicho que yo era mucho más lento aprendiendo que mi hermana Catherine, y creo que en muchos sentidos era un chico travieso.

Por la época en que iba a esta escuela diurna, mi afición por la historia natural, y más especialmente por las colecciones, estaba bastante desarrollada. Trataba de descifrar los nombres de las plantas, y reunía todo tipo de cosas, conchas, lacres, sellos, monedas y minerales. La pasión por coleccionar que lleva un hombre a ser naturalista sistemático, un virtuoso o un avaro, era muy fuerte en mí, y claramente innata, puesto que ninguno de mis hermanos o hermanas tuvo jamás esta afición.

Fragmento de Batallas en el desierto – José Emilio Pacheco

Éramos tantos hermanos que no podía invitar a Jim a mi casa. Mi madre siempre arreglando lo que dejábamos tirado, cocinando, lavando ropa; ansiosa de comprar lavadora, aspiradora, licuadora, olla express, refrigerador eléctrico. (El nuestro era de los últimos que funcionaban con un bloque de hielo cambiado todas las mañanas.) En esa época mi madre no veía sino el estrecho horizonte que le mostraron en su casa. Detestaba a quienes no eran de Jalisco. Juzgaba extranjeros al resto de los mexicanos y aborrecía en especial a los capitalinos. Odiaba la colonia Roma porque empezaban a desertarla las buenas familias y en aquellos años la habitaban árabes y judíos y gente del sur: campechanos, chiapanecos, tabasqueños, yucatecos. Regañaba a Héctor que ya tenía veinte años y en vez de asistir a la Universidad Nacional en donde estaba inscrito, pasaba las semanas en el Swing Club y en billares, cantinas, burdeles. Su pasión era hablar de mujeres, política, automóviles. Tanto quejarse de los militares, decía, y ya ven cómo anda el país cuando imponen en la presidencia a un civil. Con mi general Henríquez Guzmán, México estaría tan bien como Argentina con el general Perón. Ya verán, ya verán cómo se van a poner aquí las cosas en 1952. Me canso que, con el PRI o contra el PRI, Henríquez Guzmán va a ser presidente. 



miércoles, 4 de julio de 2018

Descripción de personaje


Elaborado por alumna Frida María Perez Aguilar

Luis
§  Edad 11 años
§  Rasgos físicos
A.    Estatura media (entre 1.40 / 1.50)
B.      Cara redonda u ovalada
C.    Tes morena
D.    Frente despejada
E.      Ojos color cafés obscuros y expresivos
F.      Nariz recta del puente, achatada de la punta
G.   Labios delgados
H.     Complexión física delgada
I.        Color de cabello, café obscuro
J.      Su forma de vestir es sencilla, pantalón de mezclilla, tenis y playera de algodón
A.    RASGOS PSICOLOGICOS
A.    Aislado
B.      Introvertido
C.    Desconfiado
D.    Emotivo
E.      Soñador
F.      Tímido
G.   Amable
H.     Solitario

·         La personalidad de Luis es solitaria, realmente piensa que la única comunicación directa que puede tener es con su madre, porque es la única que sabe el lenguaje
·         No pasa mucho tiempo con sus compañeros de clase, usualmente se aísla de la comunidad.
·         El mismo problema de Luis le ha provocado, bajas calificaciones, no presta mucha atención y prefiere pasar sus ratos libres haciendo otras cosas.
·         Por las Tardes su madre suele llevarlo a un Parque de juegos con la esperanza de que Luis puede desenvolverse con otros pequeños.
·         Todos estos intentos han sido en vano, pues esto hace que Luis se encierre más en sí mismo.
·         Pasa la mayor parte de su tiempo dibujando, ha encontrado el dibujo como una segunda forma de lenguaje con su madre, pues a través de este, él puede ser más explícito.
·         A pesar de que exista esta forma de comunicarse, Luis no puede expresar sus sentimientos, penas o frustraciones, lo cual lo convierte en alguien aún más cerrado,
·         La pérdida de su padre, hace que Luis tenga bastantes dudas, ¿sobre dónde está?  ¿Porque su vida no es como la de los demás? ¿Por qué solo tiene a su mama?
·         Encontrar al hombre de la tienda hace sentir a Luis mejor, de repente tiene esa figura paterna por la que tanto había esperado.
·         Le hace muy feliz darse cuenta que hay gente que aún puede tratarlo bien sin ver más allá de su discapacidad.
·         Encuentra el complemento exacto entre las fotos y el dibujo, era exactamente ese plus que necesitaba.
·         Le conmueve el saber que tiene mucho en común con su padre y que comparten ese gusto por la fotografía.
·         A Luis le cuesta entender la ausencia del Hombre de la tienda después de haber compartido momentos claves en su vida, pero aprende que la mejor manera de poder tener siempre presente al hombre de la tienda y a su padre, será atreves de las fotografías, cosas por las que su padre tenía pasión y que provoco que conociera a este personaje.

Narrador en Segunda Persona


Se usa la segunda persona: tú, te a ti, vosotros. 
Suele contar su propia historia, busca la complicidad del lector, por eso se dirige a él. 
El autor se refiere al narrador y que 'tu' significa 'yo'.
El complejo mundo elaborado en la obra de Aura radica en el uso de la segunda persona singular como voz narrativa, que se expresa alternando el tiempo presente con el futuro. La dificultad estriba en que la segunda persona singular es pasiva, receptora, y se supone, por tanto, la existencia de un “yo” activo que genera y comunica la acción.

En Aura todo es uno y lo mismo: es una obra de atmósfera más que de personajes o de acción. Atmósfera construida con palabras, palabras que, extraño caso, solicitan y obtienen la comparecencia de la poesía. Y es ésta, la poesía, la que permite el desdoblamiento de los personajes, la fusión del pasado y el presente, la identificación del amor y del horror.

Fragmento de AURA - Carlos Fuentes
La señora se moverá por la primera vez desde que tu entraste a su recamará; al extender otra vez su mano, tu sientes esa respiración agitada a tu lado y entre la mujer y tú se extiende otra mano que toca los dedos de la anciana. Miras a un lado y la muchacha está allí, esa muchacha que no alcanzas a ver de cuerpo entero porque esta tan cerca de ti y su aparición fue imprevista, sin ningún ruido  
—ni siquiera los ruidos que no se escuchan pero que son reales porque se recuerdan inmediatamente, porque a pesar de todo son más fuertes que el silencio que los acompaño—.
—Le dije que regresaría...
—¿Quien?
—Aura. Mi compañera. Mi sobrina.
—Buenas tardes.
La joven inclinara la cabeza y la anciana, al mismo tiempo que ella, remedara el gesto.

—Es el señor Montero. Va a vivir con nosotras Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te ciegue. La
muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recamara. Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que sola tú puedes adivinar y desear.

—Si. Voy a vivir con ustedes. La anciana sonreirá, incluso reirá con su timbre agudo y dirá que le agrada tu buena voluntad y que la joven te mostrara tu recamara, mientras tú piensas en el sueldo de cuatro mil pesos, el trabajo que puede ser agradable porque a ti te gustan estas tareas meticulosas de investigación, que excluyen el esfuerzo físico, el traslado de un lugar a otro, los encuentros inevitables y molestos con otras personas. Piensas en todo esto al seguir los pasos de la joven —te das cuenta de que no la sigues con la vista, sino con el oído: sigues el susurro de la falda, el crujido de una tafeta— y estas ansiando, ya, mirar nuevamente esos ojos. Asciendes detrás del ruido, en medio de la oscuridad, sin acostumbrarte aún a las tinieblas: recuerdas que deben ser cerca de las seis de la tarde y te sorprende la inundación de luz de tu recamara, cuando la mano de Aura empuje la puerta.